miércoles, 27 de julio de 2011

Los vacíos democráticos


Tras una inesperada etapa de desmotivación, reaparezco con discursos sobre asuntos de rigurosa actualidad que, de menor o mayor medida, han sacudido nuestras mentes y nos han hecho reflexionar, al menos, unos cuantos minutos. Escribo, de esta manera, con una resaca ya nostálgica del movimiento 15-M y trastornado ante las pasadas matanzas de Noruega.

Para comenzar, quiero mostrar mi profunda enhorabuena a todos aquellos jóvenes de mi generación que este año se han estrenado como votantes. A partir de ahora, todos juntos pasamos a formar parte de la escena política de nuestro país, eligiendo, con más o menos éxito, a aquel grupo de personas que pondrán en práctica una serie de valores e intereses de los que seremos, supuestamente, beneficiarios. La gran mayoría de nosotros se acerca a los colegios electorales con una sonrisa de oreja a oreja, sintiéndonos responsables. Pero, ahí está la palabra clave, el sentimiento trampa: la responsabilidad. ¿Somos realmente responsables por el simple hecho de votar?
La respuesta la obtenemos cada uno de nosotros, y su eje principal viene dado al entender que votar no es un derecho útil si no llevamos a cabo su deber previo. Votar es elegir, y para decidirse entre varias alternativas es necesario conocerlas en la mayor cantidad posible. Pues, dicho esto, sólo resta afirmar que la gran mayoría de mis jóvenes contemporáneos eligen a los candidatos políticos basándose en patrones tan válidos como pueden ser los comentarios familiares o el color de las papeletas propagandísticas.
Al parecer, y sin que quepa duda, cuando una democracia llega a una etapa estable y rutinaria los ciudadanos pierden la ilusión por cuidarla. De esta manera, el votante medio se decanta por los grandes partidos sin conocer ni si quiera el manifiesto de los mismos, y, el verdadero interés político queda reducido a las ambiciones de grupos extremistas, curiosamente, anti-democráticos.
No obstante, minorías de jóvenes de hogaño nos matiene esperanzados, garantizándonos que el espíritu democrático sigue vivo en multitud de mentes inquietas. Como prueba de ello tenemos las juventudes de cientos de partidos políticos europeos. Agrupaciones como las del Partido Laborista en Noruega, que el pasado fin de semana veía coartadas sus libertades en la isla de Utoya.
Estos jóvenes emprendedores de la política socialdemócrata, conformando la famosa excepción que confirma la regla, fueron recompensados con la moneda equivocada, muriendo cruelmente por responder a sus juveniles convicciones políticas.

Foto publicada por el diario El País tras el rescate de los
jóvenes supervivientes a la matanza en la isla de Utoya
Así, observamos el punto débil de la justicia, los vacíos democráticos. Mientras la mayoría de la juventud vive una vida donde no hay lugar para los deberes políticos, los pequeños defensores del verdadero espíritu democrático mueren a manos de violentos extremistas. O, como ocurre en España, cuando a los defensores de una nueva clase política se les arrebata la dignidad mediante violencia policial.

martes, 31 de mayo de 2011

El poder de la literatura

Hoy, y con la resaca de una vida joven plagada de mensajes filosóficos absurdos, me dispongo a plantear la que quizá sea una de las más delicadas cuestiones de nuestra sociedad. Por muy modernos que nos creamos ser, por muchos "todo está inventado" que oigamos, hemos de ser conscientes de que, todavía, un libro de veracidad equiparable a la de Harry Potter domina el mundo. Controla a la perfección la corriente de valores a la que, por mera vagancia reflexiva, subordinamos nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos.
La Iglesia católica luce con orgullo su primer puesto en el Record Guinness por el "libro más vendido en la historia". Sería admirable el hecho de que la población lo comprase por un interés literario sobre el profundo cambio que experimentó nuestro continente con la llegada de la religión judeo-cristiana. Pero, increíblemente, y tras unos cuantos siglos, la gran mayoría de nosotros lo compra como guía ética ante las decisiones que nos plantea la vida. Una guía ética de más de dos mil años. ¿Quién puso en duda el interés del mundo actual por la historia de la literatura?
Como es comprensible, este intento de aplicar en la sociedad contemporánea unos preceptos llegados de la mismísima recesión intelectual de la Antigüedad no deja a nadie indiferente. No es de extrañar la aparición de agrupaciones con un relevante poder electoral que se oponen al uso de métodos anticonceptivos en lugares donde el sida arrasa con la población, en nombre, claro está, de los principios cristianos. Asimismo, intérpretes de esta antiguo ejemplar, como el señor Rouco Varela, defienden fervientemente los ideales que esta representa, y que, según ellos, definen la perfección de la humanidad.
Ante los admirables resultados de esta creación literaria, todos debemos quitarnos el sombrero y aplaudir su amplia extensión histórica e internacional. No obstante, no queda exenta la propuesta de cómo sería hoy el mundo si hubiese habido más igualdad en el rastro literario. En qué sentido dirigiríamos las prioridades de nuestra vida conociendo a la perfección la tesis humanista del Renacimiento, por ejemplo. La literatura es un arte que manifiesta nuestra infinita capacidad intelectual, por ello no debemos permitir que nos convierta en filósofos miopes. 

martes, 24 de mayo de 2011

Antes de nada

Ya pasadas las doce y estrenando nuevo día, me dispongo a cortar la famosa cinta roja protagonista de inauguraciones diarias. En este espacio manifestaré mi más sencilla opinión sobre temas que todos conocemos, pero de los que nos cuesta extraer una reflexión de forma sincera y oxigenada de todo lo que nos impide llegar hasta nosotros mismos. Asimismo, me comprometo a promover un periodismo honesto que, sin fines influyentes, funcione como mera puerta a cavilaciones e, incluso, debates ideológicos fundamentados en la libertad de expresión. Sin más preámbulos, y bajo mi admiración a los interesados por la crónica con fines éticos,
Jorge Crespo.